miércoles, 7 de diciembre de 2011

Ama de casa

Existen determinados trabajos que son de naturaleza impuesta o de vocación fraternal, como ustedes lo prefieran ver.
Aquellos que no cotizan, no ni en bolsa ni en ningún lado.
Aquellos que no se sabe cuándo se entra porque nunca se sale.
Aquellos que no hay un cerrado por vacaciones y ni mucho menos te las pagan.
Aquellos que no hay excedencias.
Aquellos que no hay días de bajas, si un día estas malo, te fastidias y bailes como se suele decir, tienes que seguir en el ejercicio de tus competencia.
Aquellos que no hay jefes, que lo eres tu contigo.
Aquellos en los que no recibes una contraprestación pecuniaria por servicios prestados.
Bueno ya vale de tantos aquellos que no... y demos paso a las satisdaciones que conlleva.
Es cierto que es hasta difícil que te lo reconozcan por ley, que los disgustos son incontables, pero incomparables a las alegrías y satisfacción que uno puede sentir cuando escucha de esa personita que apenas levanta un palmo del suelo, pues escucha de ella su condición de progenitor.
Si, llevo 10 líneas hablándoles del título de madre, título asociado al de ama de casa, que en sí mismo, no es título ni es nada, no se aprende en un aula ni hay un plazo para inscribirse, pero créanme que es de los trabajos más difíciles que existen o si no que se lo digan a mi madre.
Es un injusto que algo de primera necesidad no tenga tal consideración ni por la sociedad, ni las leyes, así que desde aquí toda mi admiración a todas aquellas mujeres que han destinado su vida entera al cuidado de los suyos, a hacer camas, comidas, ir a la compra, criar, educar e innumerables tareas que no están pagadas con dinero.

María E.

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